jueves, 30 de noviembre de 2017

Pintando de Azul los días


Una puerta azul 
nunca hay que abrirla 
las pesadillas son muy largas...




De repente mi mundo cambiaría en un segundo: Hemos confirmado que tu hijo es autista o como clínicamente le llaman, tiene el trastorno del espectro autista.

Así tan dura puede ser una simple palabra, así de seca. La bienvenida a este nuevo lugar donde habita la mente de mi hijo Sebastian ocurría un sábado en un frió despacho en las cercanías de la Sabana y mientras las lágrimas brotaban por las mejillas de mi esposa, yo solo pensaba en cómo iba a curar a mi hijo. Como si fuese un Dios. Como si fuese posible.

Luego vendrían esos 100 primeros días en donde la negación es frecuente: mi hijo se ve bien, tal vez la doctora se equivocó, o quizá el día de los exámenes simplemente Sebas no quería colaborar con ninguna de las pruebas. La negación siempre es un alma poderosa para brindar esperanza al que la carece.

Luego comprendí que mi hijo no tenía ninguna enfermedad. Lo que él tiene es una condición especial, incurable como tal, por la que íbamos a emprender una lucha, en primera instancia el mismo y luego nosotros como su familia y apoyo. El deber entonces como padres seria brindarle todas las herramientas que estuvieran a nuestro alcance para facilitarle la vida, para tratar de hacerla lo más ¨normal¨ posible. Como si de por si pudiésemos catalogar la vida como algo normal.

Luego aprendí a contestar las mismas preguntas: ¿Es difícil?, Si y mucho. Más para los padres que para él. Porque él es feliz, entonces ¿qué más podría pedirle yo como padre? ¿Hubiesen preferido tener otro hijo? Él hubiese no existe más que en la gramática, y es mi hijo, mío, no más respuestas. ¿Cómo son sus días? Azules como el mar, a veces tranquilos y serenos, y otras veces tormentosos. Pero con la fe de que siempre volverá la calma.

Pero no todo el camino es largo y tortuoso. Cada avance, cada día que aprende algo nuevo, cada palabra, cada gesto y sobre todo cada sonrisa de mi hijo es la alegría que compensan y transforman los días de nosotros sus padres. Y nos hace muy felices y  orgullosos. A veces olvidamos que en las pequeñas cosas o los pequeños detalles están las mayores alegrías de la vida. Así transcurren nuestros días. Esa es mi lucha.

¿Que vendrá? No lo sé, así como aquella mañana de sábado me desperté como todos los últimos años de mi vida sin saber que me depararía la vida, hoy me despierto con la misma ilusión y ganas de buscar un mundo mejor para Sebas y para el resto de niños de este mundo sin importar su condición. Sonara quimérico, pero los grandes sueños solo habitan en las grandes y perfectas mentes de todas aquellos que los sueñan.


Como en la de Sebastián.

Diego Demora

1 comentario:

  1. Fue como si me lo estuvieras contando en cualquier parte del mundo, tan magicas son las palabras como liberadoras. Avanti siempre avanti.

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